La prostituta se manifiesta de formas sutiles y en nuestra vida cotidiana, entra en juego cuando nuestra superviviencia se ve amenazada. Su aspecto esencial está relacionado con la parte de nosotras que estamos dispuestas a vender, la moral, la integridad, el intelecto, la palabra, el cuerpo o el alma, a cambio de seguridad física.
Además, representa claramente el poder de la fe y lo pone a prueba. Una característica del lado oscuro de la psique humana es nuestra afición de buscar atajos, incluídos los atajos para lograr el propio fortalecimiento.
Si nos enfrentamos a este arquetipo, lo convertiremos en nuestro guardián. Las personas que están destinadas a hacer que la Prostituta se manifieste son las implicadas en las relaciones más dolorosas. Como las interacciones de la Prostituta nos obligan a enfrentarnos con nuestros temores vitales, suelen ser aterradoras y humillantes.
Lilith
No pasa mucho tiempo, después de interesarse por el feminismo, cuando uno se topa con Lilith. Nada de su historia nos es familiar, ni siquiera lejanamente reconocible. ¿Cuándo se nombra a Lilith? ¿En qué situaciones? Uno escucha y aproxima a tientas el significado. Algunas veces celebra la valentía de la mujer que se opone a una circunstancia desigual, opresiva o injusta; otras, sirve para darse ánimos en la derrota –alguien vive como Lilith, en el exilio social, cuando paga el precio de rebelarse ante un mundo hecho para los hombres. La victoria y el fracaso dejan de ser alegrías y frustraciones sin nombre: en cambio, se inscriben en el mito de una heroína, en la figura alegórica de la resistencia feminista, en el símbolo compartido que es Lilith.
La interpretación de la figura de Lilith podría reflejar la visión de una relación igualitaria entre hombres y mujeres que existía hasta no demasiado tiempo antes de la escritura de los primeros textos bíblicos. Ésta falta de normalización de las relaciones sexuales (no había matrimonio), es previa a la aparición de las relaciones de dominación; éstas siendo las progenitoras de la competitividad y de las guerras, así como de la desaparición de la figura de la mujer atractiva y seductora dentro de la religión y otros muchos cambios sustanciales e irreversibles hasta cierto punto.
Tenemos por lo tanto un espíritu libre. y también un demonio que nos tienta a indagar más allá de nuestros límites. Tenemos una serpiente que nos entrega la llave del conocimiento y una entidad que nos insta a ser fieles a nosotros mismos.
Lilith es lo que jamás podrá ser dominado, ni eliminado, ni manipulado, porque permanece fiel a su propia verdad. Y en virtud de esa lealtad siempre elige aquello que está en armonía con su naturaleza, no permite que los demás elijan por ella, no hace concesiones. Ella es nuestro subconsciente, esa parte de nosotros que es el más animal, desafiante, incivilizada, pasional, y básicamente natural.
Eva, la culpa de ser mujer
En hebreo Eva significa “madre de los vivientes” o “dadora de vida”
“El árbol de la ciencia del Bien y el Mal” es un símbolo de la facultad de decidir por sí mismo el bien y el mal, privilegio atribuido a Dios. El conocimiento que el árbol representa es el conocimiento de lo divino, es decir, la iluminación. Al comer el fruto, Eva fue consciente de que el conocimiento no era informativo, sino transformador, y que la transportaba del plano humano a lo divino. Después de esto la mujer quedará marcada, en el mundo cristiano, como culpable del primer pecado del hombre y, por proyección, de todos los demás. La culpa y la vergüenza son emociones habitualmente presentes en la vida de esta mujer.
Dentro de nosotras, Eva es esa vocecilla interna que nos dice que tenemos que ser siempre dulces, siempre complacientes. Que tenemos que esforzarnos por agradar al hombre, por hacer siempre lo que se espera de nosotras. Eva tiene dentro un profundo sentimiento de culpa, que pasa de madres a hijas. Un sentimiento de culpabilidad, de inferioridad, de no ser nunca suficiente.
Esta sumisión inconsciente o a veces conscientemente elegida crea a su vez una sombra cada vez más oscura y peligrosa de frustración y rencor y esto se puede manifestar en toda clase de sutiles y pequeñas violencias, rivalidades, venganzas hacia el hombre. Es la guerra íntima que se manifiesta entre los sexos.
El arquetipo de Eva está directamente relacionado con la figura de la prostituta. Bajo su influjo una mujer puede prostituirse, de manera real o simbólica, en el sentido de que para lograr la aceptación de la persona amada, o de un grupo al que desea pertenecer, la mujer traiciona sus valores por ambición, para tener poder sobre otros, o por miedo. La figura de la prostituta desvela una contradicción profunda del sistema patriarcal, que por un lado la condena y por el otro “la alimenta”
Las mujeres en las que el mito de Eva limita su desarrollo responden a patrones de conducta concretos, relacionados con el sometimiento físico, emocional, mental, moral y espiritual. La autoestima, la autovaloración y la autoimagen son vividos desde creencias muy limitantes respecto a la naturaleza femenina. La falta de amor a sí misma, la hace sentir pequeña, inferior, fea, no merecedora de lo bueno de la vida.
El hecho bíblico de que Eva comiera del fruto del Árbol prohibido (del árbol del conocimiento), y fuese por ello condenada y expulsada del Paraíso, ha imprimido en la mujer, a través de la información arquetípica presente en el inconsciente colectivo, una huella de miedo a adquirir conocimiento. Miedo a aprender, a conocer, miedo por tanto a desarrollarse, evolucionar y crecer en sabiduría. El miedo a la soledad y el sentimiento de abandono influye, en gran medida, sobre muchos de los pasos que da la mujer vinculada al mito de Eva. La necesidad de pertenecer a algo o a alguien, de sentirse mirada, de sentir que existe, la mueve a escapar de la soledad a cualquier precio.
Para la mujer Eva es el momento de recuperar su libertad sexual y en todos los ámbitos de la vida. Libertad que le corresponde reconquistar, no desde el resentimiento o el deseo de oprimir a quién la sometió, sino desde la consciencia de que la única vía posible para construir una nueva vida es la de la compasión, el perdón, la reconciliación y el Amor.
Eva alberga, en su ser sanado, una de las más importantes transformaciones que puede vivir una mujer: la de convertir el despiadado Juez interno en Padre amoroso y Protector
Bibliografía: Arquetipos Femeninos y esencias florales José Antonio Sande y Laura Mayorga