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Un tipo de vida más libre de imposiciones

Fuente: La Nación

os ciclistas van en silencio, miran en 180 grados, pedalean, se cuidan de los autos y los colectivos. No piensan demasiado en qué los hizo "ir en bici". En la billetera tienen la SUBE, algunos tenemos un auto en el garaje. Tampoco pensamos en cuánto ahorramos en boletos o estacionamientos, ni en el tiempo que ganamos zigzagueando en el tránsito lentificado, ni en lo que nos ahorramos de gimnasio. Ni tampoco en la cantidad de partículas que se nos meten en los pulmones. Ninguna de esas motivaciones ni inconvenientes tiene peso ante la sensación privada, íntima, muscular, a menudo poco consciente, que te lleva a subirte a ella.

Desde que empecé a usarla a los cinco años -y desde entonces siempre tuve una- se me volvió una extensión corporal. Tengo que ir a más de tres cuadras, o hacer varias diligencias y se me impone. Lo mismo cuando debo ir a la otra punta de la ciudad.

 

Si bien su uso ya venía creciendo desde los años 80, gracias a los cambios incorporados al manubrio, el momento de inflexión lo da el reconocimiento oficial de los municipios que abren espacios exclusivos para las bicis: ciclovías, bicisendas, carriles preferenciales "crean" más ciclistas. Esa política dice: el ciclista existe, no sólo hay que cuidarlo, nos conviene que se desplace con este dispositivo menor a que ocupe varios metros cuadrados de calzada y de parqueo. Que se sienta más libre y cree sus propios recorridos es el mejor complemento al transporte público. Las ciudades no resisten más automóviles particulares (promedio, un pasajero y medio).

Este cambio de paradigma en la forma de moverse por la ciudad, todavía minoritario, muy de clase media, tiene su correlato en otras transformaciones de hábitos cotidianos: alimentación, reciclado, otro uso del tiempo, búsqueda de lo simple... También habla de un tipo de vida más libre de las imposiciones del consumo y de las trampas que nos tienden las innovaciones tecnológicas.

 

Esta "otra conciencia" permite que cada uno elija y no esté obligado a depender pasivamente. Para andar en bici hoy ni siquiera necesitás una propia. La bici se suma a la gran revolución naciente: ya no hace falta más "tener", basta con poder "acceder".

No hay una única razón, o un puñado, para explicar su uso creciente e irreversible. Imagino tantas como ciclistas. La mía personal cabe en pocas palabras: me hace la vida más sustentable.

 

A la ciudad también le resulta más sustentable que aumente el parque de ciclistas.

Autor del libro Bicizen y ciclista urbano

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